Quirónsalud
Blog de Salud y bienestar mental del Hospital Quirónsalud Digital
El trauma psíquico alude a una serie de alteraciones psicológicas que ocurren tras la exposición a uno o varios estresores de extrema magnitud, concretamente se refiere a la exposición a un acontecimiento(s) que implique muerte real, o peligro de muerte, lesiones graves o violencia sexual. Esta experiencia puede ser vivida en primera persona, ser testigo mientras les ocurre a otros, o tener conocimiento de que a alguien de la familia o a un amigo le ha ocurrido un acontecimiento que implique su muerte real, o amenaza de muerte y el acontecimiento tiene un carácter violento o accidental (APA, 2013).
También puede ocurrir tras experimentar repetidamente o exponerse a situaciones extremas a detalles aversivos del acontecimiento o acontecimientos (por ejemplo, personal de emergencias que recogen restos humanos).
Los estresores que más trauma generan son aquellos que proceden de la violencia interpersonal (agresión sexual, violación y abusos en la infancia).
Los aspectos nucleares de expresión del trauma psíquico se pueden agrupar en cuatro grandes áreas:
A este conjunto de síntomas se llama trastorno de estrés postraumático, su duración es superior a un mes y puede presentarse de forma demorada, meses o incluso años después.
El trastorno por estrés agudo presenta las mismas características, pero su duración es entre los 3 días tras el acontecimiento hasta las cuatro semanas posteriores.
Ambos tipos de entidades pueden presentar síntomas disociativos (experienciarse como un observador externo de su propio cuerpo o procesos mentales, o vivenciar la realidad como si fuera una película, sensación de que el tiempo pasa muy despacio, entre otros)
Mas recientemente la CIE-11 (OMS, 2019) ha incorporado al grupo de los trastornos relacionados con el estrés postraumático (TEPT), el trastorno de estrés postraumático complejo, que puede desarrollarse tras la exposición prolongada o repetitiva a eventos de naturaleza horrible y amenazante de los que resulta difícil escapar (por ejemplo, tortura, esclavitud, violencia doméstica prolongada, abuso sexual o físico repetido en la infancia).
El síndrome incluye los síntomas de TEPT antes nombrados, pero además se producen problemas en la regulación de las emociones, creencias negativas a cerca de uno mismo como disminuido, derrotado, sin valor, con culpa y vergüenza en relación con el evento traumático, así como dificultad para mantener relaciones y sentirse cerca de los demás.
No todas las personas que se expongan a acontecimientos traumáticos van a desarrollar trauma psíquico, se estima que esto ocurre en el 15 – 30 % de personas tras la experiencia del acontecimiento.
Aquellos estresores dónde interviene la intencionalidad humana, como violación, el combate o los desastres naturales generados por el ser humano, son los más difíciles de integrar, por lo que producen con mayor probabilidad trauma.
El apoyo social tras el acontecimiento juega un papel muy importante de amortiguación, si lo hay, o de mayor afectación si no lo hay.
Una vez que aparece el TEPT, si no se trata, tiende a cronificarse.
El tratamiento debe ser realizado por psicólogos clínicos especializados. Un tratamiento mal realizado puede producir incluso el agravamiento de los síntomas.
Los psicofármacos pueden ser de gran utilidad como coadyuvantes para reducir los síntomas asociados al trauma cuando estos son muy desestabilizadores, como puede ser la ansiedad extrema, depresión, insomnio, anorexia, entre otros.
Los tratamientos psicológicos eficaces consisten en la exposición prolongada al recuerdo traumático de forma que la persona pueda integrar en su memoria autobiográfica (en su narrativa vital) el contenido traumático procesado de forma más completa, profunda y contextualizada. La exposición suele acompañarse de técnicas cognitivas que ayuden a la persona a modificar la interpretación del trauma respecto al impacto en su vida, en la concepción del mundo y en su autoconcepto (desmontar cogniciones negativas acerca de sí mismo, del mundo, del futuro). Tras un acontecimiento devastador, en muchas ocasiones tenemos que encontrar un nuevo sentido a la vida que ya no es como era asi como al sufrimiento.
Tras el tratamiento con éxito se consigue una reducción significativa de los síntomas, se recupera la funcionalidad de la persona y en algunas ocasiones la persona describe lo que llamamos "crecimiento postraumático", el cuál es un cambio psicológico positivo experimentado tras superar una gran adversidad, adquiriendo un más alto nivel de funcionamiento y satisfacción vital en relación con uno mismo y en su relación con el mundo.
Dra. Susana Amodeo Escribano, psicóloga especialista en Psicología Clínica
Centro de Salud Mental de Arganzuela, Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz
La venganza es un concepto arraigado en la cultura popular debido a las películas, las novelas o las series de televisión. Cuando se habla de este tipo de respuesta ante estímulos externos (reales o supuestos), se suelen tener como referentes personajes de ficción o, a lo sumo, personas que cometieron actos terribles y cuyos casos llegaron a los titulares de los medios de comunicación. Pero, los sentimientos de venganza que presenciamos o sentimos en el día a día suele pasar desapercibida a pesar de ser más común de lo que parece.
La venganza es una respuesta ante la percepción de haber sido herido o agraviado por una persona o grupo de personas. Desde una perspectiva psicológica, surge como una forma de recuperar el equilibrio emocional y satisfacer nuestra ira y rencor. Sin embargo, aunque puede parecer una forma natural de «hacer justicia», a menudo tiene consecuencias importantes tanto a nivel anímico como en nuestras relaciones sociales.
Cuando pensamos en la venganza, nuestra mente entra en un ciclo de rumiación, es decir, repetimos el agravio una y otra vez en nuestra cabeza. La alta carga emocional que supone este proceso corre el riesgo de agotarnos mentalmente si no somos capaces de disolver el bucle por nosotros mismos y encontrar una solución adaptativa alternativa a realizar la venganza.
La venganza suele plantearse como herramienta para recuperar el control y reequilibrar la situación, pero, en realidad, nos deja más atrapados en el dolor del pasado y nos impide contemplar conductas más adaptativas y civilizadas.
En el ámbito emocional, la venganza suele ser impulsada por sentimientos de ira, dolor y humillación. Inicialmente, la ejecución de la venganza puede traer una sensación de alivio o satisfacción temporal, pero a largo plazo, dichos sentimientos son reemplazados por la culpa, la vergüenza o una perpetuación del malestar emocional. Este ciclo puede alimentar un conflicto interno que, en lugar de sanar, exacerba el daño emocional, y lejos, de contribuir a solucionar el conflicto, genera uno nuevo; esta vez, con uno mismo.
Para evitar caer en la trampa de la venganza, es fundamental adoptar mecanismos de autocontrol y regulación emocional como los siguientes:
Francisco Gerecitano Lozano, psicólogo general sanitario en Hospital Digital Quirónsalud
El Día Mundial de la Salud Mental, celebrado cada 10 de octubre desde el año 1992, tiene como objetivo principal generar conciencia y visibilidad sobre los problemas de salud mental. Generalmente, alrededor de este día se realizan todo tipo de conferencias, seminarios, webinars, artículos, campañas de sensibilización y eventos comunitarios que tratan sobre distintos temas de Salud Mental. Pero qué es la Salud mental?
La salud mental se refiere al bienestar emocional, psicológico y social de una persona. Abarca desde cómo pensamos, sentimos y actuamos en nuestra vida diaria, hasta cómo manejamos el estrés, nos relacionamos con los demás y tomamos decisiones. Es por eso que mantener una buena salud mental es crucial para tener un buen desarrollo personal y una buena calidad de vida.
No obstante, cuando hablamos de Salud Mental, también nos referimos a toda una serie de Trastornos o enfermedades mentales (recogidos en el manual diagnóstico de los trastornos mentales DSM 5) que provocan un deterioro significativo en nuestro funcionamiento diario.
Los trastornos mentales más frecuentes son:
Cuidar la salud mental es fundamental para mantener una vida equilibrada y satisfactoria. Esto no solo mejora la calidad de vida, sino que también impacta positivamente en las relaciones interpersonales y en el rendimiento académico o laboral. Además, un buen estado de salud mental puede prevenir el desarrollo de enfermedades mentales y promover una mayor resiliencia ante situaciones adversas. Si se padece un trastorno mental, todavía es más importante cuidarla, pues será de vital importancia tanto en la presentación del trastorno como en su pronóstico y buena evolución.
El lema escogido en el Día Mundial de la Salud Mental de 2024 es "Trabajo y salud mental, un vínculo fundamental", y es que ya nos lo avanzaba el famoso psicoanalista Sigmund Freud en una entrevista realizada en el año 39, "la Salud Mental es la capacidad de amar y trabajar", decía. De hecho, son 2 conceptos fundamentales en la vida de una persona. Amar posibilita empatía, sentimientos complementarios y la entrega a otra persona. El trabajo involucra la capacidad de producir, aportar y relacionarse socialmente.
Estos objetivos buscan crear un entorno en el que todos puedan acceder a la atención que necesitan y donde la salud mental sea considerada una prioridad.
Joan Francesc Serra Pla, psicólogo clínico adjunto en Hospital Quirónsalud Digital
La salud mental en la infancia es un componente crucial para el desarrollo integral de los niños y adolescentes. Durante esta etapa, se establecen las bases para el bienestar emocional, social y cognitivo que perdurará a lo largo de la vida. Comprender y abordar la salud mental en los niños no solo mejora su calidad de vida inmediata, sino que también previene problemas psicológicos a largo plazo. Este artículo aborda los trastornos mentales más comunes en la infancia, cómo detectarlos y las claves para promover una salud mental positiva en los jóvenes.
Los trastornos mentales en la infancia pueden manifestarse de diversas formas, afectando significativamente la vida diaria y el desarrollo del niño. Algunos de los trastornos más comunes incluyen:
El TDAH se caracteriza por una combinación de inatención, hiperactividad e impulsividad. Los niños con TDAH pueden tener dificultades para concentrarse, seguir instrucciones y controlar su comportamiento.
Los trastornos de ansiedad en niños incluyen el trastorno de ansiedad generalizada, trastorno de ansiedad por separación y fobias específicas. Estos trastornos se manifiestan como preocupaciones excesivas, miedos intensos y evitación de situaciones temidas.
El TEA es un trastorno del desarrollo neurológico que afecta la comunicación, la interacción social y el comportamiento. Los niños con TEA pueden mostrar intereses restringidos y comportamientos repetitivos.
La depresión en la infancia puede presentarse con síntomas como tristeza persistente, irritabilidad, pérdida de interés en actividades y cambios en el apetito y el sueño.
Incluyen el trastorno negativista desafiante (TND) y el trastorno de conducta (TC), caracterizados por comportamientos disruptivos, desafiantes y, en el caso del TC, agresivos.
La detección temprana de trastornos psicológicos en la infancia es crucial para intervenir de manera efectiva y prevenir el agravamiento de los síntomas. Aquí hay algunos indicadores y pasos para la detección:
Promover la salud mental en la infancia y adolescencia implica un enfoque integral que incluye el hogar, la escuela y la comunidad. Aquí se presentan algunas claves para fomentar el bienestar psicológico de los jóvenes:
La salud mental en la infancia es un pilar fundamental para el desarrollo integral de los niños y adolescentes. La detección temprana de trastornos psicológicos, junto con la implementación de estrategias de apoyo y prevención, puede marcar una diferencia significativa en la vida de los jóvenes. Al fomentar un entorno de cuidado, comprensión y apoyo, estamos ayudando a los niños a desarrollar una base sólida para su bienestar emocional y mental a lo largo de sus vidas.
Joan Francesc Serra Pla, psicólogo clínico Infanto-juvenil, adjunto en Hospital Quirónsalud Digital
La vuelta al trabajo o a las rutinas diarias tras un período de vacaciones puede ser una experiencia abrumadora para muchas personas. Este fenómeno, también conocido como depresión postvacacional, no es un diagnóstico clínico en sí mismo, pero afecta a una proporción considerable de la población.
La depresión postvacacional se refiere al malestar emocional puede surgir después de regresar de unas vacaciones, en forma de un conjunto de síntomas que suelen durar entre unos pocos días hasta algunas semanas. Algunas de las causas del síndrome postvacacional son las siguientes:
Las vacaciones ofrecen un descanso del estrés diario y una ruptura con la rutina. Volver a las responsabilidades laborales puede ser un choque brusco y desagradable.
Muchas personas esperan que las vacaciones resuelvan todos sus problemas, lo que puede llevar a una decepción cuando regresan a su vida diaria y vuelven a encontrárselos.
Los cambios en los patrones de sueño durante las vacaciones pueden afectar el ritmo circadiano, contribuyendo a la fatiga y al malestar emocional.
La depresión postvacacional se manifiesta a través de una serie de síntomas que pueden variar en intensidad y duración. Es importante reconocer estos síntomas para poder abordarlos de manera efectiva. Los síntomas más comunes incluyen:
Sentimientos persistentes de tristeza al regresar a la vida cotidiana. Este síntoma puede manifestarse como una sensación general de vacío o como una pérdida de interés en actividades que anteriormente se disfrutaban (anhedonia). La tristeza postvacacional puede estar acompañada de episodios de llanto sin una causa aparente.
Aumento de la irritabilidad y la frustración, especialmente en el entorno laboral. La irascibilidad puede surgir por situaciones que antes se manejaban con facilidad, como interacciones con compañeros de trabajo o la gestión de tareas rutinarias.
Sensación constante de cansancio, incluso después de una buena noche de sueño. La fatiga postvacacional puede ser física o mental, dificultando la concentración y la realización de tareas diarias. Esta sensación de agotamiento puede ser el resultado de un desajuste en el ritmo circadiano y de la dificultad para readaptarse a un horario fijo.
Dificultad para encontrar motivación y entusiasmo en el trabajo o las tareas diarias. Tras volver de vacaciones, las personas que sufren el síndrome postvacacional pueden sentirse apáticas y desmotivadas, lo que puede conducir a una disminución en la productividad y en la satisfacción laboral. Este síntoma puede estar relacionado con una percepción negativa del entorno laboral o con la añoranza de la libertad y el ocio de las vacaciones.
La depresión postvacacional es una respuesta común al final de las vacaciones, pero, con las estrategias adecuadas, es posible minimizar sus efectos. Es importante recordar que, aunque los síntomas suelen ser temporales, el apoyo y la comprensión de amigos, familiares y profesionales pueden marcar una gran diferencia. Fomentar una cultura de trabajo que valore el bienestar emocional y proporcionar las herramientas necesarias para cuidar la salud mental puede ayudar a reducir el impacto de este fenómeno en los empleados.
Francisco Gerecitano, psicólogo general sanitario en Hospital Quirónsalud Digital
La salud mental influye en las relaciones sociales y en el bienestar emocional. Cuidarla resulta fundamental para alcanzar la serenidad y la calidad de vida que todos buscamos. En este blog, profesionales expertos en psicología y psiquiatría nos invitan a profundizar en los distintos aspectos que influyen en la salud y bienestar mental con el objetivo de comprenderla, cuidarla y desterrar tabúes y estigmas.
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