Quirónsalud
Blog del Dr. Francois Peinado. Urología. Hospital Universitario Ruber Juan Bravo
Las erecciones dolorosas pueden causar angustia y afectar significativamente a la salud sexual y la calidad de vida del hombre. Aunque puede que no sea un tema frecuente de conversación, el problema es más común de lo que muchos podrían pensar. Comprender las causas más comunes de las erecciones dolorosas puede ayudar a los hombres a buscar el tratamiento adecuado y aliviar las molestias.
1. Priapismo
El priapismo es una afección caracterizada por erecciones prolongadas y a menudo dolorosas que duran más de cuatro horas y se producen sin estimulación sexual. Existen dos tipos de priapismo: isquémico y no isquémico. El priapismo isquémico, también conocido como priapismo de bajo flujo, se produce cuando la sangre queda atrapada en el tejido eréctil del pene y no puede salir. Esta forma de priapismo suele ser dolorosa y se considera una urgencia médica porque la isquemia prolongada (falta de flujo sanguíneo) puede causar daños permanentes en el tejido.
El priapismo no isquémico, o priapismo de alto flujo, es menos doloroso y se produce cuando hay un flujo incontrolado de sangre hacia el pene debido a una lesión o traumatismo en las arterias. Entre las afecciones que aumentan el riesgo de priapismo figuran la anemia falciforme, determinados medicamentos (especialmente para la disfunción eréctil) y el abuso de drogas o alcohol. Es necesaria una atención médica inmediata para tratar la causa subyacente y prevenir daños a largo plazo.
2. Enfermedad de Peyronie
Una de las principales causas de erecciones dolorosas es la enfermedad de Peyronie, una dolencia que afecta al tejido del pene. Se produce cuando se forma tejido cicatricial fibroso en el pene, lo que provoca una curvatura anormal durante las erecciones. Los hombres con enfermedad de Peyronie pueden experimentar dolor, dificultad para las erecciones y, en casos graves, una curvatura significativa que dificulta o imposibilita el coito. La acumulación de tejido cicatricial puede deberse a lesiones leves en el pene, como las que se producen durante las relaciones sexuales, los deportes o los accidentes. Sin embargo, en muchos casos se desconoce la causa exacta de la enfermedad de Peyronie.
El dolor suele aparecer durante las primeras fases de la afección, y puede disminuir a medida que ésta se estabiliza. El tratamiento médico puede ir desde inyecciones hasta cirugía que resuelve la mayoría de los casos.
3. Infecciones e inflamación
Las infecciones y la inflamación también pueden causar erecciones dolorosas. Afecciones como la prostatitis, que es la inflamación de la glándula prostática, o la uretritis, inflamación de la uretra, pueden provocar molestias durante la erección. Las infecciones de la vejiga o del tracto urinario también pueden contribuir al dolor, especialmente durante la eyaculación.
Las infecciones de transmisión sexual (ITS), como la gonorrea o la clamidia, pueden causar inflamación en los órganos reproductores y provocar erecciones dolorosas. Cuando la causa es una ITS, también pueden presentarse otros síntomas como secreción, ardor al orinar o inflamación de la zona genital. El tratamiento suele consistir en antibióticos o medicamentos antivirales, dependiendo de la naturaleza de la infección.
4. Síndrome de dolor pélvico crónico (SDPC)
El síndrome de dolor pélvico crónico (SDPC), también conocido como prostatitis crónica, es una enfermedad que afecta a hombres de todas las edades y puede causar dolor en la zona pélvica, incluso durante las erecciones. La causa exacta del SDPC no se conoce del todo, pero se cree que es una combinación de tensión muscular, inflamación nerviosa y factores psicológicos como el estrés o la ansiedad.
Los hombres con SDPC pueden experimentar dolor persistente en el perineo (la zona entre el ano y el escroto), la parte inferior del abdomen e incluso el pene. Este dolor puede acentuarse durante las erecciones, la eyaculación o después de la actividad sexual. El tratamiento del SDPC suele incluir fisioterapia del suelo pélvico, medicamentos para reducir la inflamación y el dolor, y tratamiento del estrés o la ansiedad mediante asesoramiento o técnicas de control del estrés.
5. Fimosis y parafimosis
La fimosis es una afección en la que el prepucio está demasiado tenso para retraerse sobre la cabeza del pene. Esta tirantez puede causar molestias o dolor durante la erección, especialmente en los casos en que el prepucio no se ha estirado lo suficiente como para permitir una retracción completa. La fimosis es más frecuente en hombres no circuncidados y puede resolverse por sí sola en individuos jóvenes, pero en algunos casos puede ser necesaria la intervención médica.
La parafimosis, por el contrario, se produce cuando el prepucio se atasca en una posición retraída y no puede retraerse sobre la cabeza del pene. Esto puede causar hinchazón y dolor, especialmente durante las erecciones, y requiere atención médica inmediata para evitar complicaciones. Los tratamientos para ambas afecciones incluyen cremas tópicas con corticoides, estiramientos manuales o, en casos más graves, la circuncisión.
6. Traumatismos o lesiones
Los traumatismos físicos en el pene o en la región pélvica pueden provocar erecciones dolorosas. Esto puede ocurrir debido a lesiones deportivas, accidentes o actividad sexual brusca. Una afección denominada fractura de pene, que se produce cuando se rompe la túnica albugínea (la capa protectora que rodea el tejido eréctil), puede causar un dolor intenso e inmediato durante la erección. Las fracturas de pene suelen requerir intervención quirúrgica para reparar el daño y prevenir complicaciones como la disfunción eréctil o el dolor crónico.
Conclusión
Las erecciones dolorosas pueden surgir por diversas causas, desde infecciones e inflamaciones hasta afecciones más graves como la enfermedad de Peyronie y el priapismo. Aunque estas afecciones pueden ser angustiosas, muchas son tratables con la intervención médica adecuada. Es esencial que los hombres que experimenten dolor durante la erección acudan rápidamente al médico para tratar cualquier problema subyacente y prevenir complicaciones.
Referencias:
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Un artículo reciente en el International Journal of Impotence Research argumenta que los medicamentos para la disfunción eréctil (DE), específicamente los inhibidores de la fosfodiesterasa tipo 5 (iPDE5) como pueden ser la Viagra o el Cialis, son fundamentales para la salud física y mental de muchos hombres y sus parejas. El autor sugiere que estos fármacos deberían ser accesibles para todos los hombres que los necesiten, de manera similar a cómo se proporciona anticoncepción a las mujeres que la requieren.
Importancia de los inhibidores de la fosfodiesterasa tipo 5
Los iPDE5, como el sildenafilo (Viagra), el tadalafilo (Cialis), el vardenafilo (Levitra) y el avanafilo (Spedra), han revolucionado el tratamiento de la DE debido a su alta efectividad y facilidad de uso. Estos medicamentos actúan relajando el músculo liso del pene y favoreciendo la entrada de sangre, lo que facilita la erección en respuesta a la estimulación sexual. Su eficacia ha sido ampliamente demostrada en diversos estudios clínicos, y se consideran el tratamiento de primera línea para la mayoría de los pacientes con DE.
Beneficios adicionales para la salud cardiovascular
Más allá de su función principal en el tratamiento de la DE, investigaciones recientes han indicado que los iPDE5 pueden ofrecer beneficios cardiovasculares significativos. Se ha descubierto que estos inhibidores presentan beneficios vasculares sistémicos al mejorar la función endotelial, lo que podría contribuir a la reducción de eventos cardiovasculares adversos.
Acceso equitativo y consideraciones económicas
El autor del artículo aboga por que estos fármacos estén disponibles para todos los hombres que los necesiten, independientemente de su capacidad económica. Se argumenta que, al igual que los anticonceptivos se proporcionan a las mujeres para controlar su salud reproductiva, los hombres deberían tener acceso a tratamientos que mejoren su salud sexual y, potencialmente, su salud cardiovascular. La falta de acceso puede llevar a una disminución en la calidad de vida y posibles riesgos de salud no abordados.
Seguridad y supervisión médica
Aunque los iPDE5 son generalmente seguros y bien tolerados, es esencial que su uso sea supervisado por profesionales de la salud. La evaluación médica adecuada puede identificar contraindicaciones y garantizar que el tratamiento sea seguro y efectivo para cada individuo. Por ejemplo, estos medicamentos están contraindicados en pacientes que utilizan nitratos debido al riesgo de hipotensión severa.
Impacto en la calidad de vida
La DE no solo afecta la salud física, sino también el bienestar emocional y la calidad de vida de los hombres y sus parejas. El acceso a tratamientos efectivos como los iPDE5 puede mejorar significativamente la autoestima, las relaciones interpersonales y la satisfacción general con la vida. Además, abordar la disfunción eréctil de manera efectiva puede reducir el estrés y la ansiedad asociados con esta condición.
Conclusión
Los fármacos para la erección han demostrado ser una herramienta eficaz y segura en el tratamiento de la disfunción eréctil, con beneficios adicionales potenciales para la salud cardiovascular. Garantizar el acceso equitativo a estos tratamientos es fundamental para la salud y el bienestar de muchos hombres y sus parejas. La implementación de políticas que faciliten este acceso podría tener un impacto positivo significativo en la salud pública, mejorando la calidad de vida y reduciendo las disparidades en la atención médica.
Este artículo destaca la necesidad de reevaluar cómo se distribuyen y financian los tratamientos para la disfunción eréctil, considerando sus amplios beneficios y la importancia de la equidad en la atención médica.
El pene enterrado (también denominado pene oculto o escondido) es una afección en la que el pene está parcial o totalmente cubierto por la piel del escroto, el abdomen o los muslos. Aunque un pene enterrado puede ser (y a menudo es) de tamaño normal, está oculto bajo la piel, por lo que no sobresale totalmente del cuerpo.
Esta afección infrecuente puede presentarse al nacer o desarrollarse en etapas posteriores de la vida. Puede causar varias complicaciones, como dificultad o dolor en las relaciones sexuales, síntomas urinarios, problemas de higiene y problemas de autoestima. Afortunadamente, el pene enterrado puede tratarse mediante cirugía y puede mejorar con la pérdida de peso.
Síntomas
El síntoma principal del pene enterrado es que sólo es visible la punta (si la hay) del pene. Sin embargo, suele ir acompañado de varios problemas físicos y psicológicos. A continuación, se enumeran algunas de las complicaciones que pueden surgir como consecuencia de un pene enterrado:
Imposibilidad de mantener relaciones sexuales con penetración si el pene queda atrapado bajo la piel.
Dolor durante el coito.
Erecciones y/o eyaculación dolorosa.
Dificultad para orinar (por ejemplo, no poder orinar de pie).
Goteo de orina.
Infecciones urinarias frecuentes.
Mala higiene.
Infecciones cutáneas debidas a problemas de higiene.
Piel del pene poco sana debido a inflamaciones y cicatrices.
Depresión.
Ansiedad.
Baja autoestima o deterioro de la autoimagen sexual.
Carcinoma de células escamosas del pene (cáncer de pene) que puede producirse debido a la inflamación crónica por el atrapamiento de orina.
Una persona con pene enterrado puede experimentar alguna o todas estas complicaciones, dependiendo de la gravedad de su afección.
Causas
El pene enterrado puede estar causado por problemas en los ligamentos que unen el pene al cuerpo, exceso de grasa alrededor del abdomen, retención de líquidos en la zona genital o complicaciones tras la circuncisión. También puede deberse a enfermedades cutáneas poco frecuentes, como el liquen escleroso o la hidradenitis supurativa. A continuación, se ofrece una explicación más detallada de cada una de las posibles causas del pene enterrado:
Diagnóstico
Normalmente, un médico puede diagnosticar el pene enterrado mediante una inspección visual y un examen físico. Un profesional capacitado puede ayudar a descartar otras posibles afecciones del pene, como el micropene, que es un pene pequeño. Por lo tanto, si cree que puede tener el pene enterrado, es importante que se lo confirme un médico de atención primaria o un urólogo.
Tratamiento
En bebés y niños muy pequeños, el pene enterrado puede desaparecer por sí solo a medida que el niño crece. Además, las personas con casos leves pueden notar que la pérdida de peso y/o las cremas tópicas con esteroides que aflojan el prepucio ayudan (en casos relacionados con la fimosis). No obstante, para tratar el pene enterrado suele ser necesaria la cirugía. Las siguientes opciones quirúrgicas se centran en eliminar grasa o reforzar la estructura de soporte del pene para tratar el pene enterrado:
Fotografías antes y después de cirugía (fotos propiedad del Dr. Peinado)
Referencias:
Eyaculación y cáncer de próstata
El líquido seminal se origina en las glándulas sexuales accesorias masculinas, incluidas las glándulas de la vesícula seminal, la próstata, el epidídimo y la glándula bulbouretral (de Cowper). Este líquido rico en proteínas facilita el transporte de los espermatozoides a través de los tractos urogenital masculino y reproductor femenino, manteniendo la viabilidad de los espermatozoides.
Las eyaculaciones frecuentes disminuyen la concentración intraprostática de compuestos xenobióticos y carcinógenos químicos, que se acumulan fácilmente en el líquido prostático. Las eyaculaciones frecuentes también reducen el desarrollo de cristaloides prostáticos intraluminales, que se han asociado con el cáncer de próstata en algunos estudios patológicos, pero no en todos. Dado que el plasma seminal reduce localmente la capacidad de respuesta del huésped (posiblemente por factores producidos por la glándula prostática), el líquido prostático retenido puede disminuir la vigilancia inmunitaria intraprostática contra las células tumorales. Otra teoría es que el aumento de la frecuencia de eyaculación reduce el riesgo de cáncer de próstata por la liberación de tensión psicológica durante la emisión, lo que potencialmente disminuye la actividad nerviosa simpática. La división de las células epiteliales prostáticas es estimulada por factores de crecimiento de las células estromales adyacentes, fuertemente inervadas con receptores adrenérgicos. Alrededor de los 50 años, el crecimiento gradual de la próstata empieza a acelerarse. Por el contrario, varios estudios indican una disminución de la inervación de la próstata con el avance de la edad y, simultáneamente, se observa un aumento de la expresión del ARNm del adrenoceptor α1A en la próstata humana envejecida durante este período.
A pesar del creciente interés por la relación entre la frecuencia de eyaculación y el riesgo de cáncer de próstata, existe un vacío notable en la bibliografía que requiere una mayor exploración. El conjunto actual de pruebas se caracteriza por la heterogeneidad de los diseños de los estudios, las poblaciones y las metodologías, lo que da lugar a resultados contradictorios y no concluyentes. Además, es necesario un mayor consenso sobre los mecanismos biológicos subyacentes que explican cualquier asociación observada. Estas lagunas dificultan la capacidad de extraer conclusiones definitivas y elaborar recomendaciones basadas en la evidencia. La investigación de la relación entre la frecuencia de eyaculación y el riesgo de cáncer de próstata reviste una importancia significativa debido a sus posibles implicaciones para la salud pública y las estrategias preventivas.
Conclusión
Esta revisión narrativa explora la relación entre la frecuencia de eyaculación y el riesgo de cáncer de próstata, tratando de desentrañar las complejidades e implicaciones que esta asociación tiene para la salud del hombre. El impacto global del cáncer de próstata es innegable, lo que requiere una comprensión de los modificadores potenciales, como el comportamiento sexual. Los datos procedentes de diversos estudios ofrecen una imagen polifacética de la relación entre la frecuencia de eyaculación y el cáncer de próstata. Aunque la mayoría de los estudios apuntan a una relación inversa todavía no se tienen datos concluyentes al respecto.
REFERENCIAS:
En un artículo publicado en el Clinical Genitourinary Cancer de este mes realizan una revisión sobre la frecuencia de la eyaculación y la posibilidad de tener cáncer de próstata.
RESUMEN
El cáncer de próstata, que constituye una parte sustancial de la incidencia y la mortalidad mundial por cáncer, suscita un examen crítico de los posibles factores modificadores, en particular la frecuencia de eyaculación. Esta revisión narrativa explora la compleja relación entre la frecuencia de eyaculación y el riesgo de cáncer de próstata, abordando la escasez de consenso y la intrincada interacción de factores. Las pruebas extraídas de once estudios con metodologías diversas revelan una comprensión compleja de esta asociación. Mientras que algunos estudios sugieren una correlación inversa entre la frecuencia de eyaculación y el riesgo de cáncer de próstata, lo que significa un posible efecto protector, otros presentan resultados contradictorios, que requieren una exploración exhaustiva. La síntesis de las pruebas subraya la importancia de tener en cuenta la edad, la salud urinaria y los factores relacionados con el estilo de vida a la hora de dilucidar la relación entre la frecuencia de eyaculación y el cáncer de próstata. En particular, los avances tecnológicos, incluidos los modelos de aprendizaje automático y los marcadores genéticos, mejoran la precisión del asesoramiento al paciente y la atención individualizada. En un contexto clínico, los hallazgos enfatizan la relevancia clínica de incorporar el comportamiento sexual a las estrategias preventivas.
Las campañas de salud pública surgen como herramientas influyentes, rompiendo tabúes, concienciando y empoderando a los hombres para priorizar su bienestar. El cambio de paradigma en la comprensión del cáncer de próstata, impulsado por la tecnología y la medicina personalizada, promete evaluaciones de riesgo más precisas. Las biopsias líquidas, la resonancia magnética multiparamétrica y las consideraciones del microbioma intestinal abren vías para estrategias preventivas a medida. Sin embargo, las dificultades metodológicas y las variaciones de los estudios exigen nuevas investigaciones que hagan hincapié en la coherencia, la exploración de los mecanismos subyacentes y una perspectiva que abarque toda la vida.
ESTUDIOS PREVIOS
La relación entre la frecuencia de la eyaculación y el riesgo de cáncer de próstata ha sido objeto de diversos estudios, con algunos sugiriendo una posible relación protectora. Un estudio de caso-control en Australia encontró una asociación inversa débil entre la frecuencia de la eyaculación durante la cuarta década de vida y el cáncer de próstata agresivo, pero no en otras décadas. Otro estudio revisó sistemáticamente la literatura disponible y concluyó que la asociación entre la frecuencia de la eyaculación y el riesgo de cáncer de próstata no es clara, debido a las limitaciones metodológicas de los estudios disponibles. Un estudio más reciente en España observó que una menor frecuencia de eyaculación un año antes del diagnóstico estaba asociada con un mayor riesgo de cáncer de próstata, especialmente en casos con tumores más avanzados. Sin embargo, otro estudio no encontró ningún efecto significativo de la frecuencia de la eyaculación en los niveles de antígeno prostático específico (PSA), que es un marcador del cáncer de próstata. Finalmente, una revisión general indicó que la eyaculación frecuente parece ser protectora contra el desarrollo de cáncer de próstata, aunque los resultados varían según el tipo de actividad sexual.
Introducción
En los últimos años, el cáncer de próstata ha atraído una amplia atención debido a su prevalencia global y a su importante impacto en las poblaciones masculinas de todo el mundo. En 2020, el cáncer de próstata representó el 7,3% de la incidencia mundial de cáncer y el 3,8% de las muertes relacionadas con el cáncer, manifestándose como el segundo cáncer más prevalente y la quinta causa principal de mortalidad relacionada con el cáncer entre los hombres. Esta carga, sin embargo, muestra disparidades sorprendentes entre las regiones, con notables variaciones tanto en la prevalencia como en los resultados.
Por ejemplo, la tasa de incidencia en África Occidental fue de 33,1 por 100.000, acompañada de una tasa de mortalidad de 20,2 por 100.000. Estas cifras subrayan el panorama epidemiológico único del cáncer de próstata en esta región. En marcado contraste, se calcula que en Estados Unidos se producirán 288.300 nuevos casos y 34.300 muertes en 2023, con unas tasas de incidencia y mortalidad de 109,9 y 18,8 por 100.000, respectivamente. Esta notable variación de las tasas entre África Occidental y Estados Unidos pone de relieve la necesidad de comprender el impacto de la enfermedad en poblaciones diversas. Además, la alarmante observación de que las tasas de mortalidad por cáncer de próstata entre los hombres negros en EE. UU. son de dos a cuatro veces superiores a las de otros grupos raciales y étnicos subraya aún más la importancia de explorar la interacción de los factores genéticos, socioeconómicos y de acceso a la atención sanitaria en la configuración de estas disparidades.
Tradicionalmente, el diagnóstico del cáncer de próstata se realizaba mediante una combinación de tacto rectal, análisis del antígeno prostático específico y biopsias de próstata. Sin embargo, los recientes avances tecnológicos han transformado significativamente el panorama del tratamiento del cáncer de próstata, dando paso a una nueva era marcada por una mayor precisión diagnóstica y mejores resultados terapéuticos. La integración de nuevos marcadores moleculares y modalidades de imagen de vanguardia, como la resonancia magnética multiparamétrica (RMP) y la tomografía por emisión de positrones con antígeno prostático específico de membrana (PSMA-PET), ha revolucionado el enfoque diagnóstico, permitiendo una evaluación más individualizada. En particular, la RMP se ha convertido en una herramienta fundamental que guía a los médicos en la identificación y caracterización de lesiones sospechosas, reduciendo así las biopsias innecesarias y minimizando las molestias asociadas al paciente.
Además, la aparición de marcadores genéticos, incluido el gen BRCA, no sólo ha reforzado nuestra comprensión de la enfermedad, sino que también ha desempeñado un papel crucial en la adaptación de las opciones terapéuticas a individuos con perfiles genéticos específicos. La incorporación de estos conocimientos genéticos en la toma de decisiones clínicas representa un avance significativo hacia estrategias de tratamiento más personalizadas y eficaces. Directrices recientes abogan por la adopción de un enfoque proactivo, recomendando una RM de próstata para los hombres con riesgo de cáncer de próstata antes de recurrir a una biopsia. Este cambio en el protocolo subraya el papel fundamental de la imagen avanzada en la optimización de la vía de diagnóstico. Si bien los métodos convencionales como la TC y las gammagrafías óseas siguen siendo integrales, la tomografía por emisión de positrones (PET), en particular mediante el antígeno prostático específico de membrana (PSMA)/PET, destaca por su excepcional sensibilidad para detectar metástasis. Esta mayor sensibilidad contribuye a una estadificación precoz y precisa, lo que permite una intervención oportuna y un enfoque terapéutico más adaptado. La integración de técnicas de imagen avanzadas y marcadores genéticos no sólo perfecciona el proceso de diagnóstico, sino que también allana el camino para una estrategia más personalizada y eficaz en el diagnóstico y el tratamiento del cáncer de próstata. Estos avances tecnológicos representan un cambio de paradigma hacia la medicina de precisión, con mejoras tangibles en los resultados para los pacientes y una mayor comprensión de la heterogeneidad de la enfermedad.
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